Los Políticos
Salvador Muñoz
Puedo considerarme un ciudadano que está en desacuerdo con las decisiones que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha tomado desde que inició su mandato… que cambio de aeropuerto, que venta de avión presidencial junto con su lotería, que construcción del tren maya junto con la refinería de Dos Bocas, por citar lo más público.
Hablar de la decisión de eliminar programas sociales mediante el cual el Gobierno ofrecía ayuda y servicios de calidad a grupos vulnerables, para privilegiar la entrega de dinero en lo que muchos consideran como incremento de pobreza, es otro de los puntos en los que estoy en desacuerdo…
Por cierto, hablando de pobreza, qué decir de la pobreza en su discurso que cada Mañanera nos receta y que ha dado pauta a cantidad de críticas aunque lo más crítico es utilizar esta tribuna para atacar a sus “enemigos”, estigmatizar a empresarios, azuzar contra prensa, ofender a médicos, doctoras o la profesión que se le atraviese en el camino…
¡Vamos! Desde mi punto de vista personal sin aras de enemistarme o causar empatía, puedo considerar que tengo un Mal Presidente, título que le había endilgado a Ernesto Zedillo, quien pulverizó con el Error de Diciembre, mi aumento salarial pero dejándome la triplicación de mi trabajo. Sí, a diferencia de Zedillo, hasta el momento, puedo considerar que AMLO no se ha metido con mi bolsillo, como tampoco lo hicieron Peña, Calderón o Fox…
El asunto es que lo veo ajeno a un político, o peor aún, a un Presidente, y más cercano a un Predicador y me queda claro que a muchos de sus seguidores, les encanta el papel de Pastor que desempeña López Obrador…
En pocas palabras: Qué mal presidente tengo. Insisto. Es mi punto de vista personal… como también es muy personal la visión que tengo del convoy que se registró el pasado sábado en distintos puntos del país y en Veracruz, siendo el principal en el Puerto jarocho, y por lo que vi en los carteles, había una demanda particular: la renuncia de López Obrador al puesto que le confirió una mayoría histórica en el país.
Trato de entender el convoy de protesta… trato de entender a cada uno de sus participantes… y la única forma en que lo entiendo es como una manifestación de la Libertad de Expresión en un país donde aún podemos decir lo que se nos pegue la gana… ¡hasta pedir la renuncia del Presidente que más votos ha llevado en las urnas en la historia de nuestro país!
Ahora sí, cada quien mata pulgas como mejor le place y si bien, el Convoy de la Renuncia es una forma de hacerlo, igual no deja de exhibir un toque de polaridad en nuestro país, ya de por sí dividido por el mismo Presidente.
Le decía a un amigo que urge una “reconciliación” en el país, entre los mexicanos, aunque para ello, el primero que tendría que dar el primer paso sería el Presidente… una “dimisión”, una “renuncia”, “algo” que separara a AMLO de la Presidencia generaría, creo, más polarización… quizás con tintes de violencia social…
El Convoy de la Renuncia parece más una flecha de un camino a seguir: una gota al vaso, una gota más al vaso camino al 2021, en estas elecciones intermedias. Así juega nuestra democracia, aderezada con alternancia, salpicada con oposición, pero con un ingrediente principal: gobernar con inteligencia, con política, con diálogo, con acuerdos… pero mientras tengamos a un predicador en lugar de presidente, la reconciliación está tan lejos como probable que haya más Convoys de Renuncia de quienes no votaron por AMLO, sin más efecto que el de ir impregnando poco a poco su malestar en una sociedad, buscando contrarrestar este 2021, el peso de 30 millones de personas que creyeron en él…