Columna de Opinión
Zaira Rosas
Durante siglos la educación pública ha sido una de las principales herramientas de las que se sirve el poder en turno, no es casualidad que a través de la Secretaría de este rubro se tenga tanta influencia política, solicitando de manera constante la participación del magisterio en todo tipo de eventos, aunque públicamente se diga lo contrario.
La labor educativa tiene distintos frentes, el más importante es el que se ejerce a ras de cancha, en las aulas, pues es ahí donde estriba la formación de quienes tienen en sus manos nuestro futuro, sin embargo, las directrices de su trabajo se trazan en otros espacios, en ocasiones por consensos de investigación con profesionales, en otros casos las decisiones pueden ser un tanto más apresuradas como podría parecer actualmente.
Aunado a lo anterior están los espacios de liderazgo al frente de cada secretaría tanto a nivel federal como estatal, donde además de propuestas educativas surgen todo tipo de propuestas políticas pues de ahí es donde se presenta una mayor cobertura del territorio. ¿Cuál es la mayor ventaja del poder vinculado a la educación? Un poder situado en la realidad, que entiende de manera adelantada cuál es el contexto de la población, cuyos datos bien podrían aprovecharse para un futuro mejor y una transformación profunda del entorno.
La educación es el primer rubro donde se visualiza que el mundo está en constante cambio, por ende, la manera de educar no puede prevalecer igual. Es el apartado donde los tradicionalismos siempre pesan, “ya no son como antes” “su capacidad no es igual” “ahora leen menos”, y al final, aunque todo lo anterior podría tener un poco de certeza, la realidad es que resulta ambiguo, porque las diferencias no necesariamente son un error, sino un llamado a entender que se requieren actualizaciones y nuevos aprendizajes.
El intento de cambio, va plagado de escándalos, eso sucede actualmente con los nuevos libros de texto gratuito. ¿Son la mejor opción? Probablemente no, pero el peor atropello del sistema es criticar a un solo ente como único responsable del entorno, si bien los libros son el principal punto informativo de un mayoritario sector, son esos mismos que juzgan los que menos se interesan por las propuestas de crecimiento que verdaderamente podrían impactarles. La educación debe innovar, probar nuevas formas de acercamiento y entendimiento, porque el conocimiento a distintas edades nunca es igual.
Tengo la fortuna de convivir con personas especializadas en el magisterio, todas de distintas edades y es sumamente interesante como algunas satanizan a la tecnología, sin embargo, desde una perspectiva más actual puedo entender que el problema mayor surge desde el desconocimiento, lo vivimos en pleno comienzo de pandemia, donde la supervivencia y los vínculos incluso más allá de lo educativo, dependían de quien se supo adaptar.
Los cambios en cualquier rubro no vienen a causar un mal, sino a decirnos que es momento de avanzar, de verdaderamente hacer propuestas de algo diferente. ¿Faltan temas por aprender en los nuevos libros? En ese caso ¿no sería mejor cambiar los constantes ataques por espacios verdaderamente informativos? En algo coincido con el director de materiales educativos de la SEP, más que llamarles errores hay múltiples áreas de oportunidad, no sólo en los libros, sino en todo el sistema. La falta de conocimiento que señala puede y debería suplirse con un acompañamiento mayor en casa, con una sociedad que invite más a la crítica que al señalamiento desinformado.
Una educación de calidad no surge únicamente desde lo aprendido en el aula, surge del cuestionamiento constante, de la invitación a la curiosidad y cuando el aprendizaje es situado y no descontextualizado, áreas de oportunidad en el diseño, el lenguaje y contenido de los materiales hay muchas, igual que en todos los vínculos que formamos en la sociedad.