OPINIÓN

LA MUERTE DEL ARTE

Opinión

Sergio Armin Vásquez Muñoz

El 25 de noviembre del año 2019 conocimos la noticia de que un virus podía salirse de control y que había que tomar “medidas” para evitar que se transmitiera un tipo de enfermedad llamada inicialmente “Neumonía de Wuham”. Poco después, el 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró una “emergencia de salud pública de importancia internacional”, como consecuencia de la “inminente” propagación de lo que hoy conocemos como coronavirus. Dicho estado de emergencia se mantuvo hasta el 5 de mayo de 2023.

La vida te da sorpresas, dice Rubén Blades. Pero hay de sorpresas a sorpresas. La duración de la pandemia fue un periodo difícil en muchos sentidos. Visto a la luz de los días transcurridos, el COVID-19 marcó un antes y un después en la Historia. Nadie escapó a sus estragos, ya sea por padecer una o varias veces la enfermedad, o por sus secuelas, o por ver enfermar y -en casos lamentables- ver morir a sus seres cercanos. Con estos antecedentes, el COVID sigue siendo una noticia vigente.

Sorpresas te da la vida, insiste la canción. Pero hay sorpresas que no visualizamos, estando tan absortos en el recuento de los daños covidianos -y cotidianos-, más ahora que la viruela de mono parece ser el nuevo dolor de cabeza social.

Hay un hecho que avanza silenciosamente, poco a poco se va instalando como virus en el software de nuestra existencia y en el hardware de nuestros quehaceres. En 2024, entramos en otra forma de ver y hacer las cosas. Al incluir la inteligencia artificial en las diferentes plataformas de comunicación, principalmente WhatsApp y Facebook, se abre una nueva era, en la que quedan cada vez más lejos los escenarios de creatividad, ya sea individual o colectiva.
Dependiendo de las fuentes consultadas, la IA tiene como fecha de nacimiento el año de 1943, aunque la idea de crear máquinas que imitaran la inteligencia humana estaba presente desde mucho antes. En ese año, los estadounidenses Warren McCulloch y Walter Pitts presentaron su modelo de neuronas artificiales, considerada la primera IA, cuando aún no existía el término como tal.

Por su parte, el matemático estadounidense John McCarthy formalizó en 1956 el término “inteligencia artificial”, además de desarrollar en la década de los sesenta lo que se considera el primer lenguaje de programación de IA.

Sin ir tan lejos en el tiempo y el espacio, y para hablar del tema en un contexto local, en 1994 la Universidad Veracruzana apertura la Maestría en Inteligencia Artificial, con lo cual se crea también el Instituto de Investigaciones en Inteligencia Artificial, hechos que sirven como precedentes y referentes para el concierto nacional.

Es decir, actualmente nos parece tan cotidiano el uso de accesorios electrónicos, que hemos dejado de percibir que cada vez sustituyen más procesos personales. Es muy sencillo pedir a las diferentes plataformas con IA, definiciones, investigaciones, opiniones, sugerencias, pensamientos, frases, tareas, ideas, proyectos, consultas, reflexiones, que, en la mayoría de casos, se presentan a los demás como si fueran creaciones personales.

La sinapsis, entendida como la comunicación entre neuronas, hoy en día es meramente la comunicación entre la persona y cualquier dispositivo al alcance de su mano. Es una sinapsis mecánica, estéril, lejos de toda creatividad y esfuerzo.

No necesitamos que brille el diente de oro de Pedro Navaja para poder deducir que estos dos sucesos en la historia reciente, el COVID y la proliferación de la IA, van a redefinir las formas de hacer y entender el conocimiento a corto, mediano y largo plazo.

Y además de estos dos temas, coinciden otras situaciones que han modificado el curso de los tiempos recientes.

En la música, por ejemplo, la tendencia es sustituir los formatos tradicionales como el acetato, los cassettes y el CD, con plataformas virtuales de prepago.

En el caso de los libros, periódicos y revistas, ocurre una situación similar.

Escolarmente, las clases presenciales fueron desplazadas desde hace mucho por las sesiones en línea, a través de Zoom, principalmente.

Los juegos infantiles ahora están basados en la interacción con algún dispositivo electrónico.
En el plano del amor y la sexualidad, vemos a Elon Musk que se pasea con su novia robot, alardeando que el modelo comercial pronto saldrá a la venta.

Otra de las áreas visiblemente afectadas por estos nuevos escenarios, es el ejercicio del arte en sus distintas manifestaciones. Por un lado, la pandemia modificó los comportamientos encaminados a la promoción o difusión de actividades relacionadas con el arte, pues al tener que cerrar los sitios públicos, se limitaron las actividades masivas, como obras de teatro, conciertos, exposiciones, presentaciones y todo aquello que implicara la aglomeración de personas para apreciar un hecho artístico. En el caso del impacto de la IA en las distintas expresiones del arte, actualmente es muy sencillo solicitar que alguna plataforma digital realice un dibujo o pintura, con solo dar unas cuantas instrucciones; puede también proponer un poema, un guión, un proyecto, o cualquier construcción literaria solicitada por el usuario. Lo mismo ocurre en proyectos teatrales, arquitectónicos, o cualquier actividad o producto que tenga fines estéticos o comunicativos.

El encierro covidiano nos arrinconó a una dependencia de la computadora o el celular, para no salir y correr los riesgos de contagio personal, o significar un acarreo de contaminación del exterior hacia la privacidad familiar. En respuesta, los teléfonos inteligentes se hicieron más inteligentes. Las redes sociales, por su parte, actualmente leen e interpretan nuestras preferencias básicas para conocernos más que nosotros mismos, pues a veces por el solo hecho de pensar en algún tema, inmediatamente nos aparecen diferentes opciones en la pantalla de ese tema que apenas terminamos de balbucear en nuestro cerebro.

En este contexto, en el escenario próximo no veo pinturas o esculturas como las que hoy resguardan los museos más importantes del mundo. Más bien, en congruencia con las últimas tendencias, veo un terreno fértil para el arte conceptual, el arte objeto, las intervenciones, con temas post COVID-19 o cualquier temática derivada de la postmodernidad.

El arte como lo conocemos, está próximo a morir. Es un hecho inminente. Dependerá de los artistas, hacedores, creadores y promotores, de las generaciones presentes, y en especial de las venideras, evitar caer en la tentación de la Inteligencia Artificial, proponiendo nuevas formas de hacer arte, innovar, inventar, crear y recrear, desde las perspectivas y condiciones actuales.

Somos la generación que “sobrevivió” al COVID y que se topó de frente con la Inteligencia Artificial. Somos la generación que con suerte podrá presenciar las nuevas formas de hacer, pensar y sentir, a partir de las modernas tecnologías y desde un encierro intermitente.

Cualquier propuesta que sustituya las emociones, simplemente será adoptada más por lo fácil que por su valor verdadero. Por supuesto, las religiones también están en riesgo en cuanto a su vigencia, su poder de convencimiento y el control que pueden ejercer.

La muerte del arte es más bien la muerte de lo que fuimos hace un minuto. Para nuestra generación, lo que venga será ganancia. Para las nuevas generaciones, lo que venga será lo único.

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