Columna de Opinión
Juan Manuel Sánchez Macías
Cierto, por las aulas de nuestras escuelas, desde pre-escolar hasta licenciatura y posgrado, se paran (hoy se sientan frente a una computadora, por las clases en línea, debido a la pandemia) cientos, miles de profesores que, desgraciadamente, están muy lejos de tener como objetivo primordial el desarrollo integral y el óptimo aprendizaje del alumno.
Por un lado, tenemos a los profesores que creen que enseñar es repetir de manera inmisericorde el contenido de los libros de texto o de apoyo y que las y los alumnos sólo memoricen, para un examen final (o parciales) sin importar que los educandos comprendanlo que están memorizando.
Por otro lado, están los profesores que se dedican a atiborrar al alumnado con trabajos, tareas, investigaciones, etc. y la mayoría de las veces, sin orientar a las y los alumnos, sobre la forma en la que se pueden desarrollar de una manera óptima ese tipo de actividades.
No es fácil ser Maestro. Se necesita un temple intelectual y emocional, para poder dar lo mejor de sí ante las y los alumnos. Se necesita tener los conocimientos, pero también un mínimo de pedagogía o dotes de enseñanza. Se necesita entablar una relación intelectual y emocional con el alumnado, ocuparse y preocuparse, en la medida de lo posible, no sólo por el conocimiento que va adquiriendo el alumno, sino también de sus preocupaciones y congojas. El verdadero Maestro se percata cuando uno de sus alumnos o alumnas tiene un problema que no lo deja estar tranquilo…
Ser Maestro, no es pararse frente a un grupo a recitar de manera pedante y con un ego monstruoso conceptos, ideas o fórmulas, para poder presumir que se es catedrático. No! Ser Maestro significa entregar el intelecto y el alma en cada palabra, enseñanza o concepto con sus alumnos; realizar con ellos los ejercicios, ayudándoles y corrigiéndolos con objetividad y hasta con ternura… Convivir con las y los alumnos, en el campo humano, intelectual y emocional, permitiendo incluso la broma respetuosa, que a veces envuelve toda convivencia.
Ser Maestro, no es crear robots que se sepan de memoria leyes, códigos, libros, fórmulas o conceptos, de una manera rígida, fría y deshumanizada. No, por el contrario, ser Maestro es formar alumnas y alumnos, con una alegría mental y emocional, para un mejor desarrollo personal y un fructífero servicio a la sociedad, cuando sean profesionistas.
Según estudios de la UNESCO, el 80% de los profesores se quedan en eso… en ser profesores, porque tienen encomendado un grupo; sin embargo, existe un 20% de Maestros, que aman dar clases, transmitir el conocimiento, con pasión, con cordura y hasta con emoción. Khalil Gibrán en su obra La Voz del Maestro, establece de manera bellísima, pero dramática que: “Razón y Conocimiento, son como cuerpo y alma. Sin el cuerpo, el alma no es más que viento vacío. Sin el alma, el cuerpo no es más que una estructura carente de sentimiento”. El verdadero Maestro debe poner no sólo el Conocimiento en sus enseñanzas, sino también la Razón, que envuelve el Alma del Maestro y del discípulo…