Zaira Rosas
Durante el 8 de marzo el morado fue un color representativo de escaparates y distintas marcas. Quienes supieron utilizar adecuadamente sus estrategias mercadológicas se evitaron felicitaciones, sin embargo, sí hicieron reconocimientos al esfuerzo de la mujer, para después llenarse de promociones.
Otras marcas cuyo principal público objetivo son las mujeres crearon campañas aparentemente empáticas, que se sumaban al discurso de dolor y empatía respecto a los feminicidios. Mucho se habló de la violencia, sobre cómo el hartazgo y la omisión de las autoridades, los gobiernos e incluso la sociedad, ha generado acciones desesperadas en las manifestaciones.
No obstante, esas campañas supuestamente empáticas, reflejaron mensajes de solidaridad, pidiendo atención y señalando la violencia del país, mas en la realidad las empresas detrás de ellas no hacen nada por apoyar de manera real a la población. Un claro ejemplo fue Kotex, la marca de toallas sanitarias que durante el 8M pedía normalizar la sangre de la menstruación y no la de la violencia.
La campaña tenía datos verdaderos y hablaba de un hecho general: la menstruación aún sigue siendo un tema tabú en la sociedad. La idea en sí fue buena, pero su ejecución carente de sensibilidad, pues mostraba fotos de víctimas de desapariciones y feminicidios, por lo que familiares de las víctimas se sintieron ofendidos al verlas como una promoción más. El anuncio se modificó de manera inmediata. Pero detrás de ese anuncio estuvieron empresas millonarias que lejos de ayudar a la población han lucrado con ella y como socios de estas empresas también figuran ideales políticos, que quizás aprovecharon el momento para señalar las faltas del actual gobierno y no necesariamente pensando en las mujeres.
Hoy, ya entrados en abril, nuevamente nos olvidamos de una realidad latente, de feminicidios, violencia y aprendizajes pendientes respecto a cómo lograr la equidad entre hombres y mujeres. Ahora el debate se ha centrado en acciones más triviales como la cachetada en los premios de la Academia. Desgraciadamente la trivialidad con la que tratamos esos eventos es el reflejo de nuestra sociedad, de lo fácil que podemos desviar la atención y de cómo en cualquier instante surgen opiniones como si de expertos se tratase, aunque evidentemente no lo seamos.
La semana entera se hicieron memes del momento, análisis de si fue correcto o no, opiniones divididas respecto a la acción y en todas, el eje central fue Will Smith, poco se habló de Jada Pinkett, cuando se le mencionaba era para hablar de ella como pareja del reconocido actor. El suceso es una lección para todos pues pone en manifiesto un comportamiento generado por un acto de ataque, una bajeza que de igual forma debería ser repudiada, donde la protagonista de la historia debería ser la ofendida.
Sin embargo, el protagonismo se lo robó su marido, porque en un supuesto acto de amor perdió los estribos y atacó físicamente a quien se había burlado de su pareja. Para algunos internautas fue un héroe por defenderle, pero conforme pasaban los días se hizo más notorio el error y de inmediato vislumbramos que el acto fue un ejemplo de por qué el machismo nos afecta tanto. La acción de Will Smith se robó los titulares y la atención de lo realmente importante, la falta de capacidad de Chris Rock de hacer comedia que no recaiga en la burla de otros.
Detrás del suceso hay varias lecciones que debemos retomar, la primera es no quitar el protagonismo a las mujeres en la historia, debíamos escuchar a Jada sobre el suceso, no a su marido. La segunda las mujeres no necesitamos de caballeros andantes que busquen defender el honor, necesitamos compañeros conscientes y empáticos que se sumen a nuestra lucha por la equidad. La tercera es que el error de Will merece ser atendido en varios ejes, más no por ello se debe demeritar el aprendizaje y la solidaridad con la que se ha sumado a otras causas. Su error fue el reflejo de un sistema y la cultura con la que él mismo ha luchado durante años y justo de eso se trata, de aprender y reconocer los errores.
Hoy más que nunca hemos de escuchar a quienes verdaderamente son protagonistas de las historias, entender sus opiniones antes de actuar, aprender a ser empáticos y así actuar de forma coherente para resolver las necesidades de la sociedad, de manera justa para todas y todos.