Columna de Opinión
Zaira Rosas
Una de las secuelas más grandes de esta pandemia ha sido la afectación psicológica y emocional. El cambio drástico que se vivió en las formas de vida de todo el mundo no enfrentó a miedos adicionales no imaginados, a trabajar la resiliencia, conectar con nuestros más cercanos e incluso conocernos profundamente a nosotros mismos.
Las múltiples crisis vividas al perder empleos, vínculos o seres queridos, hicieron que gran parte de las personas viera una crisis de salud más allá del virus, también la atención de la salud mental requería ser vista, pues se incrementaron los suicidios, padecimientos como ansiedad y depresión e incluso hubo aumento de denuncias de violencia. Todo lo anterior responde a una incapacidad de manejar las emociones, a un desconocimiento del ser y de cómo nos vinculamos con otras personas.
En medio de tantas sacudidas se hizo creciente la necesidad de encontrar soluciones distintas, igual que antaño nuestros antepasados imploraban a múltiples dioses para encontrar respuestas a lo desconocido, se abrieron nuevas posibilidades de conocimiento o se popularizaron porque muchas de ellas llevaban años presentes entre nosotros. Esas posibilidades hicieron que cada vez más personas buscarán conectar consigo mismas en un intento de sanación personal e incluso colectivo.
Terapias alternativas y medicinas las hay infinitas, pero algunas de las más populares últimamente quizás también gracias a productos mediáticos son las constelaciones familiares que si bien las primeras menciones a este método datan de 1825, la creación y aplicación del mismo se le atribuye al psicoanalista Bert Hellinger, quien tenía como sustento que el pasado de nuestros vínculos cercanos puede incidir en el presente y que es sanando este entorno que el individuo puede tener una vida más sana.
Aunque este tipo de sesiones son pseudo científicas y para muchos carecen de un sustento, sí existen explicaciones de otros analistas que ayudan a explicar por qué es funcional para un gran número de personas que las prueban y uno de los principales factores es el sentirse escuchado, pertenecer a un grupo que busca dar solución a los problemas.
Lo mismo ocurre con otros rituales como la ceremonia de cacao, donde sanas y liberas múltiples emociones además de tener un momento de plenitud gracias al uso de substancias contenidas en el cacao como la teobromina que aumenta el flujo sanguíneo y la respuesta de señales del cerebro. El uso del cacao por nuestros ancestros también era algo medicinal y únicamente ofertado a los dioses, por lo que su uso actual de manera ceremonial permite una nueva forma de descubrimiento personal y nuevamente es mediante grupos que la sensación de conexión de intensifica.
En cada una de las terapias alternas y holísticas, más allá del funcionamiento comprobado o no, se hace evidente la necesidad latente del ser humano de conocerse mediante otros, de conectar con su entorno y de pertenecer. Si bien hay estudios científicos que puedan probar otras teorías o medicamentos que se han testado para sanar químicamente emociones que hemos calificado como desagradables, vale la pena buscar de manera más profunda de dónde viene nuestra necesidad de sanar, más que una moda es un momento social que nos llama a visualizarnos como parte de un todo.
No es casualidad esta necesidad de conexión personal o con los otros, después de periodos donde la desconexión ha generado falta de empatía por el sufrimiento de los demás, violencia que al crecer se vuelven guerras perpetuas. Si alguno de estos métodos cero invasivos ayuda a crear un mundo mejor, vale la pena conocerlos, estudiarlos e incluso probarlos para descubrir que hay más formas de crear eso que tanto anhelamos.