Opinión
Zaira Rosas
Lagos de Moreno ha sido un punto geográfico plagado de violencia desde años atrás, en este territorio existe una constante disputa entre el Cartel Jalisco Nueva Generación, aunque el control del espacio se encuentra a manos del segundo. Al ser una zona de paso para trasladar droga hacia Zacatecas y Aguascalientes, también es un punto ideal para reclutar forzadamente a integrantes de la comunidad. Probablemente este fue el caso de los 5 jóvenes desaparecidos que han circulado en medios de comunicación.
¿Por qué ha adquirido gran relevancia la desaparición de estos jóvenes? Porque desde el principio sus familiares le dieron rostro a través de redes sociales a una tragedia que viven miles de familias en el país, principalmente en Jalisco, el Estado que tiene más desaparecidos y alrededor de 14,890 personas sin localizar en los últimos años. En México la búsqueda de personas desaparecidas es una tarea común, pues las autoridades no alcanzan a desempeñar las labores de seguimiento ante más de 110, 000 familias que esperan respuesta de sus desaparecidos.
Historias de madres que desesperadas esperan encontrar un cuerpo al cual llorarle en medio de terrenos y fosas clandestinas o de quienes han recibido restos que no corresponden con sus familiares, se conocen todos los días en el país. Ha sido tal el horror de la violencia que vivimos desde hace décadas, que como sociedad nos hemos vuelto un tanto indiferentes. Difundimos las imágenes de casos que nos alertan, pero no damos continuidad a la resolución de los mismos, en cuanto el morbo pasa, también cesan las exigencias de justicia.
El caso de los 5 jóvenes de Lagos de Moreno no es algo aislado, los videos crudamente difundidos por el mismo crimen organizado, son parte de una estrategia de terror que han sembrado en la comunidad, donde los victimarios también son víctimas de sus circunstancias, de la pobreza y la violencia que los sicarios han generado a lo largo y ancho de México. En una de las grabaciones se asume que uno de los jóvenes es forzado a asesinar a otro, esta acción sumamente atroz es parte de las acciones de reclutamiento de los carteles, la cual no dista de las tácticas usadas por sicarios de Colombia.
Colombia también ha vivido los estragos del narcotráfico, fueron tantas generaciones sumidas en el caos que en 2016 la única opción viable era la paz. Lo mismo planteaba en su comienzo Andrés Manuel López Obrador, su frase “abrazos no balazos” era la simplificación de una intención de cambiar la estrategia armada que llevaba dos sexenios demostrando cuán fallida era la propuesta, sin embargo, en medio del caos, la inseguridad y la violencia del país, terminó haciendo lo mismo y con mayor intensidad. Militarizando grandes territorios, sin contemplar que en más de una ocasión esto recrudece la protección a grupos armados.
No conocemos la paz, principalmente jóvenes en el mismo rango de edad de los 5 desaparecidos, quienes nacimos en medio de conflictos armados no sabemos entender otros contextos donde prevalezca el diálogo, la violencia es parte de nuestro entorno, de la cotidianidad hasta del consumo mediático, por ende no se puede añorar lo que no se conoce ni se entiende y quizás hemos de empezar por ahí, visibilizar con el ejemplo de otros países y el de nuestra propia historia que nuevas formas de actuar no sólo son posibles, sino urgentemente necesarias.