Columna de Opinión
Zaira Rosas
Salud mental, resiliencia, equidad de género, transfobia, y trabajo en equipo son algunas de las lecciones detrás de las historias de atletas en los Juegos Olímpicos de París 2024. Durante décadas hemos entendido el deporte como algo de rigor, competitivo y pocas veces nos cuestionamos todo lo que hay detrás para que cada atleta cumpla su meta. Las historias de vida detrás de triunfos como el de Simone Biles tienen puntos que podrían brindarnos más inspiración que las medallas.
Comenzando porque en el caso de la reconocida gimnasta, nos ha demostrado cuán importante es el cuidado de la salud mental, ahora que ha hecho historia en París, poco se habla del incidente más fuerte en su carrera, cuando un bloqueo mental la obligó a renunciar a la final de Tokio 2021, después de años de esfuerzo, conocimiento personal y un cuidado profundo ha sido de las atletas con mayor brillo (y no hablamos de su vestuario con miles de cristales), carisma y triunfo, dejando al mundo una gran lección: no se trata solo del cuerpo, sino de cuidar del ser humano de manera integral.
“Simone Biles vuelve a volar” es el documental que puede ayudarnos a entender por qué la atleta marca un antes y después en el deporte, más allá de ser la número uno en el mundo, gracias a ella el equipo de Gimnasia de Estados Unidos, cuenta con apoyo emocional especializado, lo que probablemente inspirará a otros equipos. De igual manera, Biles se declaró sobreviviente del abuso sexual por parte de Larry Nassar, quien fuera fisioterapeuta del equipo de Gimnasia de Estados Unidos y fue declarado culpable por las múltiples acusaciones en su contra.
Lo anterior es un ejemplo de las múltiples violencias presentes en el mundo que también se hacen presentes en el deporte. Desgraciadamente las más afectadas terminan siendo las mujeres. En medio de panoramas semejantes hay mujeres que se ven obligadas a ocultar un embarazo para poder competir, otras que son juzgadas por su aspecto físico como ha sido el caso de la misma Simone Biles o de la gimnasta mexicana Alexa Moreno.
¿Es que realmente tendríamos que encajar en los estándares para triunfar? ¿Por qué en pleno siglo XXI seguimos dictando como tendría que verse alguien para merecer el éxito? Las y los deportistas están brindándonos un reflejo de nuestro actuar cotidiano como sociedad, donde sentimos el derecho de opinar sobre cuerpos ajenos o peor aún juzgamos la labor de otras personas sin siquiera tener idea de lo que quienes están compitiendo viven día con día.
Esto mismo lo aplicamos en nuestras labores, la discriminación racial o la falta de equidad de género también es una lucha constante fuera del mundo deportivo, de la misma manera que en París 2024 se posicionó la desinformación, alegando que la boxeadora argelina Imane Khelif era una mujer transgénero, hecho totalmente falso, pues la atleta es una mujer cisgénero, originaria de un país musulmán por lo que las declaraciones podrían incluso poner en peligro su vida.
Sin embargo, lo sucedido sí abre un debate urgente en el deporte donde se hace necesario tener nuevas consideraciones respecto al género, pues hay múltiples características en las que no se ha regulado la participación deportiva y por ende no hay equidad e inclusión que permita mayor diversidad de género en las competencias. Lo anterior va de la mano con el posicionamiento sin base científica que dice que la falta de inclusión es para brindar mayor igualdad a las y los competidores, pues las personas transgénero podrían tener ventajas competitivas, lo cual repito carece de bases científicas comprobadas.
Estamos ante escenarios que nos invitan a un cambio urgente, no solo en el deporte, sino en nuestras vidas, donde dejemos de estereotipar y clasificar a las personas, respetemos los derechos humanos y comencemos a construir espacios más justos y seguros para todas las personas pues estar en medio de una observación y crítica constante como es el caso de atletas de alto rendimiento, también puede traer graves repercusiones en su percepción personal. Dejemos de ser jurados de sofá y seamos partícipes de acciones concretas de compromiso social.