Columna de Opinión
Zaira Rosas
La llegada de plataformas digitales a nuestras vidas es algo reciente, Facebook se creó hace apenas dos décadas, su auge en México surgió aproximadamente 15 años atrás. Paypal una de las empresas más famosas que tuvo Elon Musk, comenzó su fundación en 1998 pero fue hasta 2002 que comenzó su expansión hacia lo que conocemos hoy en día, podría listar miles de aplicaciones que hoy nos resultan indispensables para la vida, aunque lo verdaderamente asombroso es el posicionamiento que les damos pese a realmente tener poco tiempo en nuestro entorno.
La era digital es así, llegó para quedarse y expandir su crecimiento y desarrollo con mayor rapidez que nunca, no es casualidad la necesidad que tenemos de actualizar nuestros equipos móviles para poder incorporar las múltiples funciones que surgen cada año a nuestra vida, tampoco lo es el tiempo de conexión a las pantallas que rebasa horas cada semana. Por ende, no sorprende el nivel de manipulación del cual somos objeto en medio de un periodo en el que más información hay a nuestro alcance.
Que irónico que mientras la manera de consumir contenido e informarnos se ha transformado abruptamente, moldeando incluso nuestras conexiones neuronales y el procesamiento de nuestro cerebro, mientras más datos podemos encontrar con solo unos clicks y en microsegundos, sea también el periodo de mayor desinformación y manipulación de masas.
El triunfo de Donald Trump no es producto de grandes propuestas y una gobernanza asertiva, es el resultado de una era de desinformación en la que resulta más complejo poder distinguir entre lo inmediato, lo certero, lo necesario y lo real. Vivimos inmersos en mares de datos que podrían tomarse como válidos simplemente por ser el resultado de una búsqueda en la red y la situación se complica si tomamos por válido aquello que ven nuestros ojos como si la llegada de la Inteligencia Artificial no complicara aún más el panorama con su capacidad de creación.
Y es que no se trata de cuestionar los grandes beneficios de la tecnología, pero sí de entender que es una herramienta para profesionalización de nuestras ideas, más no un ente autónomo donde descarguemos nuestra humanidad. Al final el problema no son las plataformas o dispositivos, somos los usuarios que delegamos todo en manos de alguien o algo más y dejamos que la desinformación y mal uso de datos siga su curso.
El resultado electoral del país vecino es un claro ejemplo de falta de información, no es que hubiera verdaderamente una propuesta clara, también es verídico que ninguno de los contendientes era símbolo claro de esperanza para Estados Unidos, pero gran parte del ideario de los votantes se construyó a través de redes sociales, una de ellas “X”, antes Twitter, que actualmente pertenece a Elon Musk, el empresario que mediante una fotografía en su red hizo saber al mundo entero que su alianza con el presidente era apenas el comienzo de un futuro de colaboración.
Lo anterior representa un gran conflicto de intereses pues que uno de los empresarios sea asesor, pero también proveedor, hace evidentes las lagunas y vínculos que se tendrán en la administración entrante donde el poder no sólo recae en el presidente, sino más bien en quienes le permitieron llegar al poder con cuantiosas donaciones y que además son poseedores de industrias alrededor del mundo.
El resultado electoral no es una sorpresa, es un aviso del mundo por venir, de una necesidad urgente de entender el mundo que estamos creando y dejar de lado la idea de “a mí no me va a pasar”, el caso de Cambridge Analytica en 2018 fue solo el comienzo de lo que se puede hacer con un conocimiento profundo de las personas votantes, hoy la profundidad de la IA nos permite crear imágenes y videos que parecen reales pero no lo son y utilizan la inmediatez para su posicionamiento. Ante este panorama la clave es la calma, el desarrollo de criticidad y verificación, si nuestra intención es sobrevivir a este entorno no creamos nada y cuestionemos todo.