Los Políticos
Salvador Muñoz
Confiados en que como cada domingo, haríamos la despensa tranquilos, porque ¿quién demonios se levanta temprano en domingo, más que nosotros? nos dirigimos a La Rotonda y para nuestra sorpresa, era inusitado el número de amas y amos de casa llenando sus canastas de verduras, legumbres y frutas… un dato más: algunas señoras y señores no sólo llevaban cubrebocas, sino también guantes. Atrás de mí, un señor con un dejo de ironía, decía a su acompañante: “¿Cuarentena? Mi patrón nos dijo: ¡Yo voy a trabajar! Quien se quiera quedar en su casa ¡a ver qué come!”
Después de pasar a la verdulería, una escala en la abarrotera donde preguntamos a cómo estaba el cono de huevo, la cajera respondió: “A 90 pesos”. Ayer sábado, en algunas tiendas lo estaban ofreciendo entre 80 y 83 pesos. Hace una semana, cuando hacíamos la despensa, la Mujer se percató de que en los estantes de Walmart había pocos blanquillos y me preguntó: “¿Tenemos huevos?” y le respondí: “¡A huevo! ¿A quién hay que madrear?” ¡No es cierto! Bueno, no es cierto que eso le respondí. Como buen amo de casa le dije que teníamos suficientes para una semana; no obstante, tomó un cono… estaba a 60ytantos pesos… “¡Muy caro!” me dijo, y lo echamos al carrito. En una semana, el blanquillo subió cerca de 30 pesos.
Por razones ajenas a la despensa, pasamos a Chedraui y me llamó la atención que en la fila de la caja, de diez personas, unas siete llevaban su cono de huevo… estaba a 61 o 63, no alcancé a escuchar con precisión la mascullada que me respondió una señora pero me quedó en claro cuando un señor me dijo “60 pesos, pero sólo un cono por cliente”, precisó.
Pasamos por el negocio de cocteles que habitualmente está lleno a temprana hora… ¡vacío!
El resto de la despensa lo hicimos en el almacén habitual, con el movimiento usual pero con una diferencia: carros atiborrados, bien cargados, ¡atascados de todo! La gente se toma en serio lo que llamamos “cuarentena”, “contingencia sanitaria” o “quedarse en casa” y al igual que en otros lados, personas con tapabocas pero aquí no vi a nadie con guantes.
Es un poco complicado hacer esto de la “Cuarentena” y no sólo hablo por quienes “viven al día”, como el señor que grita(ba) todas las noches “¡gorditas, chiles rellenos!” (ya no lo escuché el sábado); o Chepe, viejo uraño que poda los jardines de la unidad habitacional donde vivo; o los chavos que venden sus volovanes a orilla de avenida; o el señor de los jugos siempre acompañado por su esposa y tres chavales… aunque hay algo más difícil: ¿cómo decirle al anciano que no le puedes abrazar, saludar, o darle el beso porque corre riesgo de que sin querer, lo contagies? Sentarse a distancia y tratar de explicarle que hay un virus, una enfermedad, que puede enfermarlo, mientras trata de abrir sus ojos cansados por el peso de los párpados y años, es lo más complicado que he visto a la Mujer hacer en estos días de lo que llamamos “cuarentena”, “contingencia sanitaria” o “quedarse en casa”… si usted tiene la fortuna de tener a un abuelito que comprenda la dimensión del problema, ¡qué bueno! pero hay ancianos que posiblemente ya viven otra realidad, en la que su prioridad en esta vida, es la de sentir afecto, cariño, atención por parte de sus familiares…
Antes del mediodía, ya habíamos hecho la despensa y llevado a los abuelos… les puse un programa que platicaba precisamente sobre el Coronavirus y la tercera edad donde recomendaban evitar el contacto directo y saludar de beso y/o abrazo así como acudir a lugares concurridos…
–¿Ya oyó, doña Sara– le digo a la abuela, que asienta a manera de comprensión…
–¿Ya oyó, don Agustín– me dirijo al abuelo, pero al voltear, se ha quedado dormido.