Columna de Opinión
Zaira Rosas
Este 8 de marzo se conmemorará el Día Internacional de la Mujer, no es una fecha de celebración, es una fecha que recuerda los años de esfuerzo buscando espacios equitativos, la igualdad de género, erradicar la violencia y sobre todo dar voz a distintas causas, que quizás es donde las posturas puedan ser diversas y por supuesto se presenten diferencias. Pero justo ese día las diferencias se unen en distintos contingentes, se apoyan entre sí para recordar que de manera constante tenemos causas en común: buscamos más oportunidades, deseamos que todas sigan vivas y que tengamos libertad, aunque esto último se entienda distinto de acuerdo a las ideologías individuales.
El feminismo no es una lucha contra los hombres, es una lucha contra un sistema patriarcal que también a los hombres les ha quitado oportunidades, es la búsqueda constante de equidad, de visibilizar lo que durante décadas a las mujeres se les ha negado, sin dejar de reconocer nuestras diferencias. El 8 de marzo miles de mujeres saldremos a marchar, a alzar la voz para recordarnos entre todas que no estamos solas, pero también para demostrar públicamente que tenemos metas, sueños y arrastramos un fuerte hartazgo ante injusticias sistemáticas como la violencia, la inseguridad y las desapariciones.
La marcha se divide en distintos contingentes, cada uno marcado por causas particulares, algunos son familiares, otros más radicales y el punto es saber que se respetan entre todos. El feminismo busca que cada mujer sea libre de elegir qué quiere en la vida y que sus elecciones vengan desde la información y no la manipulación, es un movimiento que se construye día con día porque hay muchas interrogantes que seguimos replanteándonos con todo lo que vamos aprendiendo. Salir a las calles el 8 de marzo no es para tener miedo, es para exigir que no tengamos miedo de hacerlo en ningún momento.
Todas tenemos causas diferentes para manifestarnos, puede ser por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, porque buscamos sentirnos seguras en los espacios públicos, porque queremos que nuestra voz se escuche y sea igual de aceptada que la de un hombre, porque queremos que dejen de desaparecer nuestros seres queridos, porque añoramos un país donde el género no sea una razón para morir o sufrir violencia. Probablemente también queramos marchar por quienes ya no pueden hacerlo o para que las generaciones que aún no llegan sepan que es su derecho, que tengan oportunidades equitativas en todos los espacios, puedan sentirse seguras y no tengan miedo a expresar lo que sienten.
Yo alzo constantemente mi voz por las mujeres de mi familia, porque de ellas adquirí la fuerza, pero también por mis amigas, porque mujeres que admiro han sido violentadas y sobre todo por mí, porque añoro sentirme tan segura en cualquier espacio, como me siento cuando estoy entre mujeres. Porque no quiero que ser mujer sea un motivo de miedo cuando camino sola en una calle, porque me aterra no tener respuesta cuando mando un mensaje preguntando a mi amiga si llegó bien. Marcho por mi derecho a expresarme, por cada una de mis libertades, por exigir respeto y porque espero nunca ser parte del contingente que marcha exigiendo justicia por la pérdida de alguien, sin embargo, extiendo toda mi solidaridad y empatía a quienes han vivido ese lado. Marcho esperando que la educación y oportunidades que tengo dejen de ser un privilegio y se vuelvan una realidad para todas.
A mi me mueve la esperanza de un mundo donde construyamos lazos como personas, donde la libertad y el respeto sean una constante, donde la justicia no sea una exigencia, sino una realidad. Donde mi voz y la de todas tenga el mismo peso y no se nos menosprecie por ser mujeres o se nos descalifique como emocionales, me mueve la esperanza de no tener miedo, de seguir creciendo por todo lo que soy y aprendo y no porque cubro una cuota de género. ¿A ti, qué te mueve?