Columna de Opinión
Zaira Rosas
No había forma de recibir con planeación un fenómeno meteorológico de más de 250 kilómetros por hora, donde la pobreza abarca gran parte del territorio, pero también hay colinas donde la vida solía ser sumamente dispar, en medio del caos ya no existe distinción a los daños, se calculan más de medio millón de damnificados y hectáreas que incluyen el 80% de los hoteles dañados, entre ellos los más costosos de Acapulco.
Otis arribó con toda su fuerza, llegando como huracán categoría 5 y las historias detrás de su impacto no llegan a los principales titulares. No hay palabras que expliquen la realidad de las personas sobrevivientes, incluso quienes vivían con toda comodidad se enfrentan a un entorno que nunca imaginaron, búsqueda de personas desaparecidas, olor a muerte en las calles, la espera constante de un mínimo de ayuda es lo que más mencionan quienes han logrado evacuar o quienes de alguna manera se han podido comunicar.
El último año de gestión de Andrés Manuel López Obrador enfrenta uno de los mayores retos, la unión y reconstrucción después del caos y sobre todo dar certeza a la población de que podremos enfrentar en un futuro un fenómeno similar bajo una mejor condición, pues si bien la planeación era imposible con los datos recabados, sí se puede considerar tener mayor información para incrementar el margen de acción.
Los avisos respecto al huracán fueron tardíos, pues no se cuenta con los radares suficientes e incluso fue Estados Unidos quien avisó la verdadera magnitud con la que llegaría el huracán, sin embargo, no basta con una mayor infraestructura, el cambio no reside únicamente en el gobierno, ni en quienes recibieron de cerca el impacto. La verdadera transformación es tarea de la sociedad y el mundo en su conjunto pues el crecimiento de la naturaleza es el resultado de nuestra expansión sin respeto y conciencia, donde la prioridad del capitalismo nos lleva a una desigualdad en constante incremento y un consumo desmedido que no respeta los ecosistemas.
Razones y soluciones hablamos muchas, pero mientras tanto Guerrero, uno de los Estados más pobres de México, sigue clamando por ayuda y no basta con el envío de algunos víveres, requiere de la participación integral y la solidaridad ya demostrada de una nación pues recobrar lo que solía ser uno de los puertos más famosos no será tarea fácil, no lo será para empresarios que perdieron gran parte de su inversión pero tampoco para las familias de comunidades ya de por sí olvidadas donde la infraestructura era aún más endeble y por ende recibieron mayores daños.
En estos momentos Acapulco y múltiples municipios de Guerrero requieren de lo más indispensable en alimentos no perecederos, agua y medicamentos y aún en medio de estas circunstancias es donde la desigualdad se asoma, pero también es el punto donde vemos que la vida no distingue clases sociales, la pérdida de seres queridos duele en cualquier punto, la necesidad por encontrarse con los suyos y el anhelo de volver a sentir calma sigue siendo igual, es ahora más que nunca donde México nos requiere en unidad.
¿Qué hace falta en estos momentos? Solidaridad y empatía, que se sumen todo tipo de esfuerzos para la reconstrucción, principalmente para el restablecimiento de servicios básicos, de lo contrario además de los daños del huracán nos enfrentaremos a todo tipo de enfermedades, se requieren medicamentos para enfermedades crónicas, antibióticos y antifúngicos, repelente para evitar un brote de dengue ante los encharcamientos y también ser cuidadosos en medio de mares de desinformación, centrarnos en el apoyo a través de medios oficiales e institucionales, pues desgraciadamente no falta quien visualiza oportunidad en la tragedia. Hoy más que nunca seamos conscientes que todxs podemos marcar la diferencia en la vida de alguien.